¿Qué harías si te dijeran que alguien de más de 100 años está planeando escalar una montaña de 3.776 metros? Esa fue la sorpresa que sacudió al mundo cuando Kokichi Akuzawa, de 102 años y 51 días, hizo historia al coronar la cima del Monte Fuji, superando todas las expectativas. Pero esta no es solo una historia sobre un récord: es una lección de resistencia, humildad y pasión por los viajes. En las siguientes líneas descubrirás cómo lo logró, qué dificultades enfrentó y qué enseñanzas puede dejar a quienes aman explorar el mundo.
1. ¿Quién es Kokichi Akuzawa? Un viajero incansable
Nació en 1923 (Japón) y trabaja (o trabajó) con influencia en distintas áreas: ingeniería, crianza de ganado y luego se dedicó al voluntariado y al arte.
Es un montañista de largo recorrido: ya había escalado el Monte Fuji cuando tenía 96 años, haciéndose entonces también con un récord de longevidad para esa hazaña.
Aunque ahora tiene una afección cardíaca, su voluntad y rutina diaria se mantuvieron firmes para encarar su nuevo desafío.
2. El récord: el más longevo en escalar el Monte Fuji
El 5 de agosto de 2025, con 102 años y 51 días, alcanzó la cumbre del Monte Fuji (3.776 metros), y recibió la certificación oficial del Guinness World Records como “Oldest person to climb Mount Fuji (male)”.
En su declaración, Akuzawa restó protagonismo al logro diciendo que “ya había estado ahí” y que no era “nada especial” — mostrando humildad ante la atención mediática.
Guinness señala que al trazar la subida eligió la ruta Yoshida, considerada una de las rutas “más accesibles” para ascender el Fuji, aunque accesible no significa fácil.
3. El camino: tres días hacia la cima
Preparación previa
En enero de 2025 sufrió una caída cerca de su casa, fue diagnosticado con herpes zóster y fue internado por insuficiencia cardíaca.
Su recuperación sorprendió a los médicos por su rapidez, según contaron sus familiares.
Durante los meses previos, Akuzawa llevó un plan de entrenamiento serio: caminatas diarias al amanecer, y subidas semanales a montañas menores como parte de su rutina física.
La escalada
Empezó su marcha el 3 de agosto con equipo acompañante: su hija de 75 años (quien le hacía de intérprete debido a su audición), una nieta enfermera, miembros de un club de montañismo.
Se repartió en tres días, pernoctando en refugios de montaña (dos noches).
En el trayecto enfrentó:
- viento fuerte y frío
- la típica falta de oxígeno en altura
- momentos de duda en que pensó en desistir
La cima
Finalmente, llegó al santuario del Fuji (Fujisan Sengen) y firmó el libro de visitas como los escaladores que alcanzan la cúspide.
Conteo final y reconocimiento: Guinness validó su edad, fecha y ruta para oficializar el récord.
4. Claves del éxito: lo que podemos aprender
Aunque no todos estamos en condiciones de escalar una montaña de 3.776 m, la historia de Akuzawa entrega enseñanzas valiosas para viajeros, personas mayores, amantes de la naturaleza:
Disciplina diaria: los pequeños hábitos (una caminata diaria) suman con el tiempo.
Entrenamiento gradual: él ya caminaba y ascendía montañas menores para mantener condición.
Voluntad frente a la adversidad: su salud no lo frenó, sino que motivó su esfuerzo.
Acompañamiento humano: tuvo apoyo familiar y de un club, lo que marcó la diferencia.
Humildad: a pesar de la proeza comentó que no quería dramatizar; para él era algo normal.
Pasión como motor: él sube montañas porque le gusta, no por fama.
Conclusión
La hazaña de Kokichi Akuzawa va mucho más allá de un récord certificado por Guinness: es un testimonio viviente de que la pasión, la disciplina y el espíritu humano pueden desafiar límites que parecen insuperables. A sus 102 años y 51 días, y enfrentando una afección cardíaca, Akuzawa emprendió un ascenso de tres días al Monte Fuj i, soportando viento, frío y falta de oxígeno, para alcanzar una cumbre que consagra no solo su resistencia física, sino su voluntad.
Lo más impresionante no es solo que haya llegado al pico, sino cómo lo hizo: con preparación diaria, caminatas constantes, apoyo familiar y una humildad que relativiza sus logros (“esto no es nada especial”, dijo).
Más que eso, su historia interpela al lector viajero: invita a reflexionar sobre los límites que nos imponemos, el valor del acompañamiento y la urgencia de seguir explorando mientras estamos vivos.
En el mundo del turismo activo, su experiencia nos deja lecciones: nunca subestimes el valor de la constancia, el conocimiento del terreno y el equipo humano detrás. Y para quienes sueñan con escalar el Fuji —o cualquier montaña simbólica—, esta historia es una luz que señala: no importa la edad, importa la voluntad.
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